Inteligencia Emocional

El término “inteligencia emocional” se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones. En la infancia, la inteligencia emocional, como toda conducta, es transmitida de padres a hijos. Los padres son el principal modelo de imitación de los hijos, de tal forma que es importante que los padres entrenen y ejerciten su inteligencia emocional para que los hijos puedan adquirir esos hábitos. Una vez adquiridos esos hábitos, el niño desarrollará la madurez general, la autonomía y la competencia social que necesita en el periodo evolutivo en el que está. Los principales componentes de la inteligencia emocional son:

  • Autoconocimiento emocional (o conciencia de uno mismo): Ser consciente de sus propios sentimientos y de los de los demás.
  • Autocontrol emocional (o autorregulación): Hacer frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta del momento y regularlos.
  • Automotivación: Cierta dosis de optimismo e iniciativa, de forma que seamos emprendedores y actuemos de forma positiva ante los contratiempos.
  • Reconocimiento de emociones ajenas (o empatía): Reconocer las emociones ajenas, aquello que los demás sienten y que se puede expresar por la expresión de la cara, por un gesto, por una mala contestación, nos puede ayudar a establecer lazos más reales y duraderos con las personas de nuestro entorno.
  • Relaciones interpersonales (o habilidades sociales): Utilizar las dotes sociales positivas a la hora de manejar sus relaciones, no solo al tratar con los que nos parecen simpáticos, a nuestros, amigos, a nuestra familia; sino también con aquellos que están en una posición superior, con nuestros jefes, con nuestros enemigos.